27/2/15

Jean Giono. Fragmentos de un diluvio


Jean Giono.
Fragmentos de un diluvio.
Edición bilingüe.
Traducción y prólogo de 
Ramón Ortega Ugena.
Vaso Roto. Madrid, 2014.


Tanto silencio…que se ve a los ángeles, escribe Jean Giono (1895-1970) en La caída de los ángeles, el primero de sus tres poemas fundamentales que reúne Vaso Roto en una edición bilingüe traducida y prologada por Juan Ramón Ortega Ugena, que alude en su prólogo al paisaje provenzal que está siempre al fondo de su obra, un paisaje “sin el cual no se puede entender ni la obra ni la personalidad de Giono”, en cuya obra –añade- aparece “la sencillez de una Alta Provenza vestida con una lectura lozana de los clásicos." 

Porque Giono se acoge en La caída de los ángeles a la tradición literaria de la angelología, con Dante, Milton y Blake como referentes de una épica visionaria, y convoca en sus versos la influencia de la Biblia y los clásicos griegos, de Hesiodo y el Antiguo Testamento para hablar de unos ángeles caídos que parecen una metáfora de los ejércitos alemanes derrotados:

No traen de su dominio de la altura 
bosques sedosos de plumas de pavo real, 
que desvelan anunciaciones,
en los cruces de caminos, 
en ángulos muertos de bastiones,
sobre polvorines de reductos,
para irisar el aire
florecer la sangre
iluminar las venas cavas, 
hacer sonar las cuerdas de las arterias
y cantar el corazón;
infundir la paciencia
encantada de los partos
a los lobos y centuriones,
helados sobre las garras y las espadas.

O presenta en Un diluvio a un Dios de la ira y la desmesura arengando a sus tropas angélicas, porque quiere llover en una mañana color miel. Es el Dios de las batallas que convoca al ángel del horizonte y al ángel de las aguas revestido de arcoiris y anuncia un diluvio que hará confundir una manada de ballenas con la cima de los Andes, cuando haya nidos de congrios en los cedros del Líbano y sargazos de anguilas en las secuoyas de Whitman, aunque no había arca ni barco, estaba sólo el corazón de Noé: 

Noé es todo hombre. Cualquiera.

Y en El Corazón-Ciervo, Giono nos lleva con su mirada alucinada del Génesis a los tiempos modernos de la mano de un Adán hermoso con sus venas y arterias que surgían de él como la cuerna surge de un ciervo. Es un Adán más ágil que el Arcángel en un incesante galope vertiginoso del corazón-ciervo.

En los tres poemas, escritos entre 1944 y 1947, tras la experiencia traumática de dos guerras mundiales y una detención por colaboracionismo, el estilo directo y la proximidad oral de su nivel expresivo son el cauce por el que circula el torrente de unas imágenes poderosas y visionarias, visiones que se desbordan en versos salmódicos de tono sapiencial que recuerdan al salmista.

La espléndida edición bilingüe que ha preparado Juan Ramón Ortega Ugena toma su título de la que se hizo en 1948 con los dos primeros textos -La caída de los ángeles y Un diluvio-, tres años antes de la publicación de El Corazón-Ciervo en la revista la Table Ronde.

El exigente objetivo del traductor –“he procurado que el verso respire”- queda cumplido con brillantez en la acompasada respiración en español de estos versos polisémicos, cercanos y complejos a la vez, que atrapan al lector con su raro poder hipnótico, con su alucinada suma de esperanza y de desolación, con su galope de ciervo de luz y de oscuridad:

Galopa, galopa.
La luna que rueda lentamente por encima de los huertos iluminando las manzanas; las inmensas avenidas en líneas rectas de polvo del sol con sus millones de cruces de arcoiris; el lecho donde el río jadea y sueña retorciendo sus brazos; el gimiente arado que remienda el terciopelo castaño del rastrojo raído de luz.

Santos Domínguez