14/5/14

Hergé, hijo de Tintín


Benoît Peeters.
Hergé, hijo de Tintín.
Traducción de Laura Naranjo y Carmen Torres.
Confluencias Editorial. Almería, 2013.

He envejecido con Tintín, escribe Benoît Peeters en Hergé, hijo de Tintín, un volumen que publica Editorial Confluencias con una eficiente traducción de Laura Naranjo y Carmen Torres.

Discípulo de Barthes y autor de Tintín y el mundo de Hergé, Benoît Peeters hace en este amplio estudio  un espléndido acercamiento a la vida y la obra del creador de uno de los iconos fundamentales de la cultura popular del siglo XX.

Todos, menos Tintín, hemos envejecido con él, con una obra de la que quedan dieciocho álbumes excepcionales, desde Los cigarros del faraón a Las joyas de la Castafiore, que podrían justificar por sí solos el cómic como un arte de pleno derecho.

En este completísimo análisis de la vida y la obra de Hergé, un individuo más complejo de lo que se podría imaginar, se establece la relación de las distintas entregas de la serie de Tintín no solo con las circunstancias biográficas de su creador, sino con la situación política de Bélgica. 

Y ese análisis, además de ser riguroso, se hace desde una perspectiva crítica y nada hagiográfica que interpreta las aventuras de Tintín –en palabras de Benoît Peeters- como una autobiografía indirecta o más exactamente como una especie de diario a través del cual se nos muestran todos los acontecimientos, públicos o privados, que marcaron a Georges Remi, conocido como Hergé. No obstante, en esta singular novela de formación, es sobre todo el personaje quien construye a su autor.

De esa manera, a través del recorrido por su infancia gris, por su juventud y las lecturas que marcarían su obra, se establecen las claves que explican el carácter asexuado y antifamiliar que recorre toda su producción.

Completada su formación inicial como dibujante, Hergé entrega un primer Tintín en el país de los soviets, un álbum extraño, inverosímil y a veces absurdo, pero con el que su autor empieza a renovar el código de la historieta gráfica con un nuevo lenguaje en el que influye decisivamente –como él mismo reconoció- la influencia del cine sonoro.

Y si en Tintín en el Congo y en Tintín en América Hergé muestra un creciente dominio del dibujo, la defensa del débil se convierte en un tema recurrente a partir de El loto azul, un álbum que marca un giro tanto en el terreno ideológico como en el gráfico. 

Tras El asunto Tornasol, Los cigarros del faraón y Tintín en Oriente, Benoît Peeters examina la revolución  narrativa que supuso La oreja rota, que se consolidaría en El cetro de Ottokar, La isla negra o El templo del sol.

La génesis de cada nueva entrega, la incorporación del capitán Haddock como un excelente elemento narrativo a partir de El cangrejo de las pinzas de oro, una crítica negativa de La estrella misteriosa, su obra más reprochable desde el punto de vista ideológico por su antisemitismo, su cercanía con el nazismo en los años previos a la derrota de Hitler, lo que le valió en la posguerra acusaciones de colaboracionismo, la aparición del profesor Tornasol desde El tesoro de Rackham el Rojo y la introducción del color desde 1944 –incluso retroactivamente- o las intermitencias creativas y el cansancio de Hergé son algunos de los aspectos que se abordan minuciosamente en este volumen monumental, imprescindible y seguramente definitivo sobre las claves técnicas, ideológicas, narrativas y autobiográficas de Tintín, icono indispensable del cómic del siglo XX, en palabras de Álvaro Pons, que en el prólogo de esta edición en español añade:

Entender la peculiaridad de Las aventuras de Tintín implica necesariamente conocer a Georges Remi. Una labor compleja que Benoît Peeters se adjudica con voluntad enciclopédica, hurgando en la vida del dibujante belga con una exhaustividad extrema, buscando cada pequeño detalle, cada ínfimo aspecto de su memoria cotidiana, cada pieza de un rompecabezas gigantesco del que se sabe, con seguridad, qué imagen proporcionará: la de un joven reportero de flequillo revoltoso con pantalones bombachos, acompañado de su fiel perro Milú. 
Santos Domínguez